Cuando la violencia es del otro
Me molesta el vacío del discurso. Me molesta cuando lo
aplican los de mi equipo y los de equipos contrarios. Me molesta en ambos casos
por igual. Cuando mis aliados hablan sin contenido siento vergüenza de formar
parte y cuando lo hacen los del bando opuesto, vergüenza ajena.
Esta vez, como muchas otras, el vacío en el discurso lo
reconocí del lado de enfrente.
“¿Cómo puede ser que Cristina no dé la cara?”, escuché decir.
“¡Que venga y que se haga cargo!”, lanzaron, desafiantes, algunos otros.
Ahí la tuvieron. Escuchó el reclamo. Se hizo presente. Dio la
cara y actuó como un jefe de Estado debe en caso como estos.
¿Que no estuvo en Once ni en Castelar? No hay ninguna duda de
la gran falla. ¿Que su silencio posterior? Repudio.
Pero ahí la tenían. Por primera vez, para algunos, asumiendo
la responsabilidad. Y, ¿qué hicieron? Agredieron e insultaron. Tiraron
botellas. Dicen que también arrojaron piedras. Le gritaron “psicótica” y “oportunista”.
Desperdiciaron la oportunidad de ser mejor. De ser menos
agresivos. Menos soberbios.
Demostraron eso que rebalsa de sentido común pero que no deja de ser cierto: la violencia se
genera cuando faltan argumentos.
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